jueves, 3 de mayo de 2012

Los tres relatos

Primer relato (descripción, nudo y desenlace):

SIN RENCOR

En una pequeña aldea del viejo Saigón, la vida transcurría aún con muchos sobresaltos. Entre las escasas calles, llenas de polvo y suciedad, había una casita dedicada a cuidar a los niños huérfanos.
La guerra había terminado hace seis meses, pero por el pueblo se podían ver todavía militares.
En el orfanato destacaba una niña, Sailyn, tenía diecinueve años y llegó con tan sólo catorce. Se ocupaba de los más pequeños, los ayudaba, los enseñaba y gracias a éste trabajo se sentía un poco más feliz.
…Sailyn, vivía con sus padres y su hermano pequeño Seely. Una tarde estaba recogiendo arroz y vio desde lejos, cómo una patrulla cogía a sus padres y hermano. Desde lo lejos un soldado muy joven se volvió hacia atrás y la vio. Sus ojos se quedaron durante unos segundos fijos mirándose, pero en seguida volvió con sus compañeros y rápidamente desaparecieron…
Esa fue la última vez que Saylin vio a su familia. Desesperada y aterrada corrió sin parar, hasta llegar a la aldea. Allí buscó cobijo y encontró la casita del orfanato, en donde pasó los últimos cinco años de su vida.
Se fue adaptando poco a poco y encariñándose con los niños y bebés abandonados y solos por esa maldita guerra.
Sailyn nunca dejó de buscar a su familia. Parientes de su aldea la dijeron que no sabían nada de sus padres, que seguramente los habrían matado, pero que en varias ocasiones habían visto a un niño de la mano con un militar y que respondía al nombre de Seely.
Por las noches, cuando había terminado todas sus tareas, Sailyn se sentaba en una silla de mimbre, que había en el porche de la casita. Nunca se olvidaba de encender el farolillo azul. Para ella significaba que estaba en casa. De pequeña su padre siempre lo encendía en el porche, para que toda la familia de noche volviera a casa sin dificultad.
Por la noche sentada en el porche podía ver las estrellas y las pedía que algún día volviera a ver a su pequeño hermano Seely.
Desde hace unas semanas, por la noche observaba a un coche patrulla que vigilaba las calles. Siempre iban tres militares, aunque uno de ellos no le era desconocido, no lograba saber quién era, ya que por su educación no podía mirar a los ojos a un desconocido. Esa noche estaba dispuesta a todo, encendió el farolillo azul, pero se quedó atrás de un biombo a que pasaran el coche de los militares y así observar sin ser vista.
Sailyn aguantó detrás del biombo, hasta que por fin apareció el Jeep. Sus ojos achinados se engrandecieron, su piel se erizó, su corazón no paraba de latir y sintió un escalofrío que le estremeció todo el cuerpo.
Ya estaba segura de quién era, el militar que conducía, era aquel que se le quedó mirando fijamente cuando se llevaban a su familia. La sensación era de odio y curiosidad a la vez y se preguntaba, que hacía todavía en ese lugar del país, después de que hubiera terminado el enfrentamiento.
Mientras pensaba se estremeció todo su cuerpo, el apuesto soldado de ojos grandes y claros, se iba acercando a la casa y Sailyn reaccionó levantándose y saliendo de detrás del biombo.
Cuando el soldado la vio, quiso sonreír, aunque se le veía nervioso y ella se puso tensa, pero a la vez con mirada orgullosa y desafiante. John, como se llamaba el soldado, también la reconoció. Después de cinco minutos de mirarse fijamente John la habló en su idioma y sin querer se vio envuelta en una conversación que duró casi hasta media noche.
Cuando se fue y se alejó en el coche, Sailyn pensó y recordó todas y cada una de las palabras que le había explicado el soldado.
John le dijo que no había podido olvidar esos ojos negros asustados y achinados mirándole al atardecer, que tenía una sorpresa para ella y que le había estado buscando durante estos meses. Sailyn se echó a llorar y con una mezcla de resentimiento y alegría le había dado las gracias. En ese momento no sintió rencor, porque todos habían perdido con la violenta guerra.
Sabía por John que Seely estaba vivo, que él se había encargado de que así fuera y que al día siguiente volvería a por ella a las seis de la tarde y la llevaría junto a su hermano. Él siempre estaría con ellos para ayudarles en todo.
Cuando John se fue aquella noche hubo otro encuentro de miradas entre los dos, pero fueron de aliento y bienestar. Quizás junto a su hermano y a John, estaba su futuro de ahora en adelante, que aunque incierto nunca sería más duro que la vida que había llevado desde aquella tarde al atardecer en su casa de la aldea.
A partir del día siguiente sabía que iba a cambiar su vida, su corazón le dijo que sería para bien, pues aunque inseguro tendría un futuro.


Segundo relato (descripción y diálogo):

GIRASOLETE, EL GIRASOL QUE NO PODÍA GIRAR

En un pequeño pueblo dedicado principalmente a la agricultura, había sobretodo abundante vegetación y muchos campos. Todos ellos eran verdes, sus árboles frondosos, la hierba abundante, el trigo ya alcanzaba más de medio metro y siempre se movía al son del viento.
No hay rocas ni montañas cercanas. Por las mañanas solía haber un poco de niebla, pero al despejarse se podía observar claramente las montañas, aunque estaban lejos. El cielo estaba lleno de nubes blancas, como si fueran algodón. No había ruidos y pocos coches; por las mañanas se podía oír a los pájaros cantar e incluso percibir el ruido de las ramas al chocar unas con otras por el viento.
Pero los más bonitos y los que más llamaban la atención, eran los de los Girasoles. Ocupaban casi todo el terreno de los alrededores, altos, bien formados, con sus grandes hojas y sus ricas pipas. Todos estaban contentos y risueños menos uno, Girasolete.
Cuando por las mañanas comenzaba a amanecer, el cielo tenía un color especial entre amarillo, rojo y anaranjado. Era el momento en que todos los girasoles, se giraban y miraban con impaciencia al sol, porque gracias a su calor hacía que tuvieran las mejores pipas de todo el condado. Todos eran extremadamente coquetos y alegres, aunque últimamente se metían con Girasolete, porque al amanecer no miraba al astro sol, y éste en consecuencia le estaba manando los peores rayos, y fue así como comenzó a marchitarse. Una tarde varios girasoles (Girasolón, el más mayor de toda la siembra y Girasolín, el más joven de ellos), decidieron hablar con Girasolete.
Girasolón.- ¡Buenos días Girasolete. Te vengo observando desde hace días y con tu comportamiento estás desafiando al Sol.

Girasolín.-  ¡Mírame a mí Girasolete! Soy el más joven pero mis pipas son excelentes y eso es porque soy fiel al astro Sol.

Girasolete.- ¡Buenos días amigos! Estoy muy triste pues ya me veis, casi no tengo pipas y estoy marchitándome día a día. Soy la vergüenza de todo el campo.

Girasolón.- Sabes de sobra el aprecio que te tengo, sólo quiero que me expliques el por qué de tu desobediencia. Todos tus hermanos te critican y con razón, te estás comportando de forma orgullosa al no mirar al amanecer al Sol.

Girasolín.- ¡Es verdad Girasolete! Deberías rendir pleitesía al Sol, él es el que hace de nosotros los mejores girasoles del mundo.

Girasolete.- (Muy serio y abochornado) Os contaré algo amigos. Desde hace días tengo tortícolis y no me puedo girar. Y por culpa de esta enfermedad (casi se le saltaban las lágrimas) ha caído sobre mí la desgracia.

Girasolín.- No te preocupes Girasolete, yo me encargaré de contárselo al Sol.

(Y al día siguiente el Sol se dirigió a Girasolete)

Sol.- ¡Buenos días Girasolete! (Con cara sonrojada de la vergüenza. Siento tu desgracia y mi mal comportamiento hacia ti y para recompensarte te mandaré los mejores rayos de la mañana y así volverás a ser el mejor y más aplicado girasol del campo.

Girasolete.- Muchas gracias astro Sol por tu comprensión. Ya estoy sintiendo tu calor y poco a poco mi tortícolis irá desapareciendo y te podré mirar de frente como lo hacía siempre y así mis pipas volverán a ser de las mejores de todo el campo.

Los Girasoles.- Todos estamos arrepentidos Girasolete, por nuestro mal comportamiento hacia ti; te hemos criticado, insultado sin tener razón y es hora que todos te pidamos perdón, porque tú nunca has dejado de ser el buen girasol que has sido siempre.

El astro Sol, grande, amarillo, con todo su poder entre sus rayos y destellos anaranjados y calurosos, reflexionó sobre lo que había hecho y decidió que no volvería a usar su gran fuerza con los más desfavorecidos. Pensó en lo injusto que había sido con Girasolete y que se había comportado de muy malas maneras; por eso decidió dar los primeros rayos de la mañana, los mejores, a Girasolete y así recuperar su confianza y enmendar su error.


 Tercer relato (presentación):

En una gran selva, de la América del Sur, con un calor húmedo y la misma temperatura durante el día y la noche, sin importar la época del año, estaba llena de vegetación y una gran diversidad de especies tropicales que hacía del entorno un marco incomparable.
La lluvia era constante, con intensidad variable, iba de las lloviznas cortas, hasta fuertes tormentas acompañadas de vientos y relámpagos.
Esto es algo natural para las tribus que viven en la selva, pero sobre todo para una que llevaba esperando el agua durante dos lunas. Parece increíble pero incluso en la selva escasea el agua y para la tribu de Abeytu era un gran problema. Una noche todos los niños de la aldea se reunieron fuera de ella y cada uno quiso dar una solución para atraer otra vez el agua. Sin darse cuenta el peligro que corrían, se adentraron demasiado y se alejaron mucho de su aldea…

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