domingo, 6 de mayo de 2012

Continuación de un relato

Una tarde de domingo decidí ir a visitar el museo de antropología. Una vez dentro, pasados unos minutos se quedó todo a oscuras y solo escuchaba voces a mí alrededor; intenté guiarme tocando las paredes y pude percibir allá, en el fondo de un pasillo, un poco de luz. Pedí ayuda y alguien me contestó que…
 
...no debía de asustarme, porque lo que iba a experimentar en ese momento, lo recordaría toda la vida.
Ese hombre juraría que estaba disecado, no se movía, no abría los ojos, ni tampoco la boca, pero… estaba intentando decirme algo.
Me fui calmando poco a poco y el miedo se fue esfumando. Me senté cerca  y comencé a hablar con él. Era una sensación extraña, pero me di cuenta de todo lo que estaba sufriendo y decidí ayudarle.
…Hace miles de años, tuvo una historia de amor con una mujer, y esa mujer se encontraba en el museo, muy cerca de él, pero no podía verla, estaba justo en la planta de arriba. Me contó que por las noches la oía llorar, pero no podía hacer nada. Sabía que algún día llegaría una persona a ver el Museo, llena de sensibilidad y que le ayudaría. Y esa eres tú, me dijo.
Continuó contándome su historia, yo estaba embobada y a la vez ilusionada por el trabajo que me iba a tocar hacer. Me dijo que en la vida real, nunca pudieron estar de verdad juntos, pues ella tenía muchos años menos que él y que su familia se opuso a su amor. Disfrutaron de momentos muy especiales, y se prometieron Amor Eterno, eso es lo que deseaba, y había estado esperando tantos años, que ya lo estaba deseando y que por fin estarían juntos, uno al lado del otro en el Museo.
Me puse manos a la obra, pude subir a la sala donde estaba ella. Aunque deteriorada, se notaba que había sido una mujer muy bella,  pero la noté a la vez triste.
Cuál fue mi sorpresa que en donde estaba expuesta, tenía unas ruedas y muy deprisa quité los frenos y sin pensármelo dos veces la fui empujando hacia el ascensor de los empleados, y baje por él.
No os podéis imaginar mi orgullo cuando logré juntarlos y que vivieran su amor  eterno. Cuando me iba, me volví hacia ellos y los dos habían cambiado el semblante, ahora era de Paz y Felicidad.
Al rato, me encontraba un poco cansada,  pero me desperecé y abrí los ojos, me di cuenta que estaba en la cama y aunque había sido un sueño, yo lo viví como si de algo real se tratara.
A la semana siguiente decidí ir al Museo de Antropología, y cuando pasé a la sala donde estuve hablando con él, me di cuenta que a su lado estaba ella y con la misma cara de amor y felicidad del sueño. Primero sentí miedo, pero en pocos segundos ya todo era alegría. No sabía que pensar. Cuando regresé a casa, lo único que quería era acostarme y volver a soñar... Eso es algo que nadie me puede quitar.

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