miércoles, 19 de octubre de 2011

FInaliza el relato...

“Erase una vez, en Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.

Aterrado, el criado volvió a casa del mercader.

-Amo -le dijo-, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.

-Pero ¿por qué quieres huir?

-Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.

El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.

Por la tarde, el propio mercader fue al mercado y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.

-Muerte -le dijo acercándose a ella-, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?...”
La muerte le miró fijamente, pero no le contestó. Sus únicas palabras fueron – ¡Nos vemos en Ispahán! –
El mercader ante la respuesta de la muerte, se quedó paralizado por unos momentos, pensando en que el sitio que le había dicho la muerte, era el mismo al cual su criado le dijo que escaparía.
Corrió rápidamente en busca de su pobre criado. No paró de buscar hasta encontrarlo.
Muy apurado y asustado, casi sin aliento le dijo - ¡La muerte se dirige a esta ciudad, escapa ya!
El criado llorando le dijo que no podía hacer nada al respecto.
Amo – le dijo impaciente - ¿Por qué no puedes hacer nada?, su criado le contestó aterrado – Porque la muerte ya me visitó hace mucho tiempo, y ese día me llevó con ella.
El mercader se quedó paralizado - ¿Cómo? – Le dijo su amo ante tal respuesta.
Criado – Hace mucho tiempo, a la edad de quince años, me diagnosticaron una enfermedad y no pude hacer nada ante ella.
¡No entiendo nada! – Respondió el rico mercader. En ese momento se le vinieron muchísimas preguntas sin respuesta a su cabeza. – Pensativo, le dijo que porqué entonces escapaba de ella. El criado le contestó que quería guardar su secreto.
-¿Qué secreto?- dijo el mercader. - ¿No te has enterado amo? Yo estoy muerto y no quería que tú te enteraras de lo tuyo.
Todos sabemos que el mundo de los vivos no se puede mezclar con el de los muertos.
Desconcertado ante su respuesta, el amo exclamó - ¿Entonces si tú estás muerto, por qué yo puedo verte?...

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